martes, 18 de junio de 2013

El renacer del Ave Fénix



Ha pasado mucho tiempo desde que publiqué mi última historia. Y la vida no ha parado de dar vueltas, el mundo ha seguido girando a mi alrededor, la luna y el sol brillando sobre mi cabeza mientras yo sentía que todo estaba mal. Mientras una densa niebla se apoderaba de toda mi existencia. Por eso dejé de escribir, porque nada tenía sentido para mí, porque todo era negro, ¿qué iba a contar? Nada. No tenía absolutamente nada para compartir con vosotros.

Pero ahora todo ha cambiado, sí la vida ha vuelto a girar, mi mundo ha vuelto a su lugar y ahora me siento con fuerzas y ganas para volver a compartir con el mundo ese don que mucha gente piensa que tengo. Ese que yo no veo, pienso que cualquier persona puede conjugar bien un verbo y un predicado, añadirle un poco de imaginación y conseguir un buen texto. Sin embargo no todos podemos pintar un cuadro o resolver una complicada operación matemática.

!Uy! Si algo no ha cambiado en todo este tiempo es lo que me gusta irme por las ramas. En fín, Lisa, céntrate.

La última vez que os conté algo fue cuando me amenazaban aquellos extraños sueños sobre marcharme lejos y dejar a David atrás, pues bien. Finalmente lo hice. No en el sentido literal, no me he ido del lugar donde vivo, aunque todo se andará. Pero sí que le he dejado a él atrás.
Simplemente me cansé. Me cansé de esperarle, de sus tonterías, de sus ahora sí, ahora no, ahora espérame un poco que no estoy preparado. Me cansé de ser siempre la última cosa en su lista de prioridades, de que cualquier persona recién llegada a su vida fuera más importante para él que yo. Me cansé de sus desplantes, de que se pasara días, semanas, meses, sin hablarme sin ningún motivo y me cansé sobre todo de que eludiera una vez, tras otra, tras otra, mis intentos por solucionar las cosas. Un día simplemente me dije a mí misma: “esto se acabó” . Y esta vez no se lo hice saber.

Me limité a seguir su juego, bien, a esto de ignorar podemos jugar dos. No estás solo en esta partida chaval. Yo también sé jugar, y créeme, la victoria es mía.
Así fue como pasé de pasiva a activa en esta historia, tomé las riendas de mi vida, salté de observadora a protagonista. Y ¿sabéis qué? Funcionó.

Cada día me encargaba de tener planes. Las chicas volvían a estar libres como pajaritos. ¿Qué pasó con ellas?

Sam rompió definitivamente su relación con aquel marinero de agua dulce que resultó más una rana que un príncipe de mirada azul. Los detalles no es algo que me apetezca reproducir aquí pero solo diré que mi amiga resurgió de las cenizas como el Ave Fénix, más fuerte, más decidida y más libre aún si cabe y se puso su nueva chupa de cuero rosa (regalo nuestro, of course) y se subió a una moto bien abrazaba a un pedazo de hombretón que, desde mi escaso 1.67, a mí me parecía un gigante. Pero que después era culto, era tierno y cariñoso, era todo lo que ella se merecía. Alguien que la tratara como a la princesa que era.

Pero sin embargo el idilio tampoco salió bien...Sam se había vuelto inconformista con los hombres, y tras verla volver a caer y volver a levantarse, le dimos un consejo: !se acabaron los hombres para ti, al menos en relaciones estables, de aquí en adelante ahora, seremos tres solteras en busca de diversión, de placer, de risas, ya no más tres tontas en busca del amor eterno!.

Y sí, leen bien, !tres solteras! A nuestra tercera en discordia, Liz, su romance con el escritor de novelas eróticas no le salió rentable. Él era buen tipo sí, pero viajaba constantemente y siempre estaba asediado por mujeres en busca de que les firmara un autógrafo en los lugares más insospechados de su anatomía, o les leyera algún caliente pasaje de una de sus novelas. Los celos estaban consumiendo, casi literalmente, la vitalidad de mi amiga y Sam y yo tomamos cartas en el asunto. !Se acabó el escritor por muy bueno que fuera en la cama!.

Así fue como nos vimos, a principios del verano pasado. De nuevo solas, de nuevo decididas a empezar de cero, y lo más importante, de nuevo juntas.

Vestidas, maquilladas y dispuestas como si volviéramos a ser ventiañeras, nos apuntamos a la fiesta en al playa que suponía el pistoletazo de salida del verano.

Sam estaba radiante y pletórica, dispuesta a comerse el mundo o lo que se terciara. Su amigo de pilas ya no le era suficiente. Necesitaba un amigo de verdad, uno de carne y hueso, uno que te abrazara después de hacerte tocar el cielo....espera, espera, !!nada de abrazos!! aquí te pillo, aquí te mato y después tú a tu casa y yo a la mía. ¿Acaso no era eso lo que acordamos? Solo diversión y placer, nada de enamorarse de nuevo.

Una vez aclarados todos los puntos del contrato, Sam le echó el ojo a un moreno de profundos ojos negros que no paraba de hacerle carantoñas desde el otro lado de la pista de baile. Dando un par de pasos de salsa que ya habría querido Chayanne en aquella película, el elegido llegó hasta nosotras. Tendió la mano a mi amiga y desaparecieron entre el resto de los bailarines. Se movían con agilidad, perfectamente sincronizados haciéndonos pensar a Liz y a mí que si eran así en todos los aspectos, sí que iban a pasar una noche divertida.

Mientras Sam se movía por la pista como Nemo en el agua, Liz no paraba de parlotear sobre lo último de su ex-novio, al que seguía los pasos en Internet. Cosas del trabajo decía, sus libros siguen llegando a mi librería. !Y una mierda! Me estaba sacando de mis casillas, yo también había pasado por esa fase, donde David era la palabra que más salía de mi boca, era una forma de terapia que consistía en nombrarlo tanto hasta que te aburriera el tema. A mí, no me funcionó, y estaba segura de que a ella tampoco, así que le puse otro vodka con limón en la mano y la hice callar señalándole con la cabeza al atractivo moreno de pelo largo y perilla que nos miraba. !Para tí guapa! !lo mio son los morenos de pelo corto y solo en la cabeza!. Y le he echado el ojo a uno justo allí...y desaparecí.

El moreno en cuestión se llamaba Nathan y tenía un atractivo extraño. No era excesivamente guapo, ni cachas, pero tenía un no sé qué que me trastornó con solo decirme “!Hola”! Con aquella hipnótica sonrisa y aquellos ojos azules en los que fui capaz de perderme durante horas, y horas. Las que pasamos charlando, riendo, era divertido, extremadamente divertido y podría jurar que mis risas se habían oído en toda la fiesta, desde la terraza hasta el restaurante y puede que incluso la playa.
Esa por la que paseamos mientras me tomaba por la cintura. La playa siempre había tenido un significado especial para David y para mí.

Fue en una donde intenté dar el paso por primera vez y él me dejó en pause durante más de un año, era en una donde íbamos a comer gominolas y contarnos nuestros problemas, bueno, mejor sería decir a qué yo le contara mis problemas, él jamás hablaba de sí mismo. Al menos no conmigo pero ¿qué estoy haciendo? ¿Qué pinta David aquí? Hablaba de Nathan, del enigmático, atractivo y divertido Nathan.

La noche derivó en charlas y risas y besos bajo la luna y después nos fuimos a su casa. Eso era algo que me había enseñado Sam tiempo atrás, cuando me iniciaron esto del noble arte del sexo por sexo. Nunca, jamás, lleves a nadie a tu casa, no se sabe si es un pirado. ¿Y si lo es no es peligroso que vaya yo a la suya? Bueno, en cualquier caso, Nathan no parecía un pirado. Tenía un punto de locura, sí, pero de la buena, de la que te hace reír. ¿He dicho ya lo divertido que era?

En su casa la noche fue todo lo que se podía esperar de un hombre como él, que además de todo lo que he dicho antes, también era imaginativo. El hombre vivía en un apartamento en lo más alto del más alto edificio de la ciudad. No sé a qué se dedicaba, pero fuera lo que fuera, debía irle genial.
Al cruzar por aquella puerta tuve la sensación de estar entrando en el lujoso loft en Nueva York del protagonista de mi nueva serie favorita, !pues menos mal que no le había llevado a mi nido de ratas!
Nathan era como amante todo lo que siempre había soñado y mucho más. De los que se preocupan antes por el placer de su compañera que por el suyo propio me llevó de su mano por un sin fin de sensaciones hasta ahora desconocidas, besando y tocando, acariciando y chupeteando en lugares de mi propio cuerpo que yo no sabía que existían.

Haciéndome tocar el cielo nada menos que en cuatro o cinco ocasiones y dejándome luego quedar a dormir en su enorme cama y, aunque al principio de la noche dije a Sam que no, también envuelta en sus fuertes brazos, con su corazón latiendo acompasado al mismo ritmo que el mío. Su fuerte respiración en mi nuca, sus manos cálidas sobre mi abdomen...me quedé tan dormida como un bebé.

Me despertó el incesante sonido de mi móvil que sonaba desde no sé dónde. Por un momento la sintonía de Remington Steele que usaba como melodía se me antojo una tortura. !Yo no quería despertarme!

De repente la extremadamente sensual voz de mi nuevo amante susurró a mi oído: “nena, tu teléfono, habla mientras te hago el desayuno” y me besó antes de desaparecer por la puerta de su dormitorio.

Cuando encontré el dichoso aparato y vi la foto de Sam parpadeando en la pantalla la memoria volvió a mí de golpe. Antes de salir anoche acordamos que si nos separábamos quedaríamos al día siguiente a las diez y media en la cafetería de siempre para ponernos al día. ¿Qué hora era?
S: ¿Dónde estás metida? Liz y yo llevamos esperándote más de una hora. ¿Se te volvieron a pegar las sábanas dormilona? - por todos es sabido que de las tres yo era la que menos aguante tenía.
L: Estoy en casa de Nathan, me está preparando el desayuno y no pienso dejarle plantado para ir a tomar cappuccinos con vosotras, lo siento chicas.
Liz: !Eres una traidora! !No podíamos quedarnos a dormir! !Era parte del trato! Cada mochuelo a su olivo Lisa, fue tu maldita idea.
L: Shhh no me ladres que me duele la cabeza. No había planeado quedarme pero...nada que me quedo, os invito a merendar y os lo cuento todo ¿vale?- y sin más colgué y apagué el móvil. Nadie iba a cargarse mi fantasía del desayuno en la cama preparado por un perfecto príncipe azul, aunque hubiera sido idea mía.

El desayuno fue idílico y la separación traumática. Me habría quedado allí para siempre, para toda mi vida en aquel castillo con aquel caballero.


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Ni que decir tiene que el platón me había costado una merienda más que consistente. Helados, cafés, donuts y no sé cuántas cosas más. !Par de sanguijuelas!

Nos pusimos al lío. Sam nos contó que su bailarín era muy diestro también en las artes amatorias, que era muy hippi y vivía en una autocaravana, que casualmente tenía aparcada por ahí cerca y que quizás, después de sablarme en la merienda, pasaría por allí a por más diversión y placer. Al parecer el hippi era muy imaginativo sí, pero no vivía en un pisazo y no era divertido como mi Nathan...

Cuando llegó el turno a Liz, casi nos caemos al suelo perplejas. Resulta que su amiguito el de la perilla se hacía llamar “Vicioso” y !vaya si lo era!. Al parecer le encantaban los libros como a ella y al llegar a su casa, se vistió por entero de cuero negro y quiso recrear escenas de algunos de ellos. Esos de estilo vondage que tanto gustan a Liz y a los que yo no acabo de pillar el gusto. De repente todo se volvió muy surrealista y no paraba de enseñarnos marcas que tenía por todo el cuerpo, de ataduras, de esposas, bueno...si ella se había divertido, de eso se trataba ¿no? Y yo tan contenta que estaba con mi clásico chupetón en el cuello.

Aunque tuve que dejarles claro, que mi Nathan era de todo menos un clásico, que al misionero no le vimos ni de lejos, y que además de todo eso, me había hecho reír.

Nathan, el hippi y Vicioso, fueron nuestras primeras conquistas del verano. Y he de reconocer, aquí, por escrito que, a pesar de todo lo que pactamos y prometimos, volvimos a verles. Repetimos con ellos. Yo hasta salí socialmente con el mío, ya sabéis, al cine, a cenar, a patinar y todas esas tonterías que se supone que no haces con un tío de una noche pero, ¿qué le voy a hacer si soy una romántica?

Finalmente gané el pulso a David, cuando más despreocupaba estaba, cuando solo me limitaba a responder a sus mensajes si era él quien los enviaba primero, cuando siempre estaba ocupada para quedar con él o que nos viéramos. Así, sin más, de la noche a la mañana, como quien no quiere la cosa , él regresó a mí. Y lo hizo de una forma que me hizo entender su postura anterior.

Entendí, después de mucho tiempo de sufrir y llorar por él, que nuestros sentimientos le vinieron grandes. Qué quizás él nunca pensó que yo pudiera enamorarme como lo hice.

Yo sabía que en algún momento de nuestra rara e intensa amistad él había querido que fuéramos algo más, solo que en ese momento quizás yo no estaba receptiva, también sé que mucho más tarde fui yo la que quiso ir más lejos y entonces él, no estaba por la labor.

Es triste pero, al menos románticamente, nunca estuvimos en la misma página del libro.
                   

                             LISA.  (junio 2013) 






PD: Recordar queridos lectores que estas historias son tan solo producto de mi imaginación y mis musas rebeldes que vienen y van.