lunes, 4 de mayo de 2015

Rumor de olas.

 Este es el relato corto que escribí para el regalo de una de mis amigas. Espero que os guste.


El mar había sido siempre mi gran pasión. Desde pequeñita, no podía evitar pasarme horas y horas con la vista clavada en él. Me daba paz.
Por eso, hoy había decidido ir a sentarme en mi playa preferida. Necesitaba la calma que sólo el océano me daba.
Mi padre muchas veces decía que había heredado esta pasión por el mar de mi madre, decía que mis ojos eran tan azules porque ella se había pasado todo el embarazo sentada en la playa viendo como las olas iban y venían.
El agua mojaba mis pies descalzos mientras jugaba a dejar escapar la arena entre mis dedos.
Pensaba, en todo lo que había perdido con la marcha de James, a mi pareja, a mi mejor amigo, ¿al amor de mi vida?
Siempre fui una romántica incurable. De esas que leen novelas de amor y ven Pretty Woman cada vez que la ponen en la tele.
James había sido mi primer y único amor. Y todo parecía indicar que acabaríamos nuestra vida juntos pero, a él le hicieron una oferta de trabajo en otro país y, no le culpo, le aceptó y se fue. Y quiso hacerlo sin ataduras, sin dejar atrás a nadie. De nuevo, no le culpo.
Pero eso no significa que no me duela.
Noto que alguien se acerca. Se suponía que a esta hora y en esta playa no debería haber nadie.
El desconocido inoportuno se sienta a mi lado. Le miro de reojo, tratando de poner mala cara por su intromisión, y los ojos azules más increíbles que he visto nunca me golpean como un rayo.
Vuelvo a mirar el mar, de nuevo a él. El color es exactamente el mismo. De sus labios, que me atraen poderosamente, se escapa una sonrisa.
  • Dicen que esta es la playa de los enamorados y los melancólicos porque nunca viene nadie a esta hora- comentó en un susurro con una voz muy sexy.
  • Sí, y suele ser cierto.
  • ¿Y cuál es tu caso? ¿Enamorada o melancólica?
  • Una enamorada melancólica- ¿qué me pasa?- Mi relación se acabó, a él le ofrecieron un buen trabajo en otro país- dije sin poder contenerme ¿Por qué se lo cuento? - ¿Y tú?
  • Mi novia se fue con otro- contó sin más.
  • Lo siento- contesté y volví a mirar al mar.

Los dos miramos hacia el horizonte durante un rato sin hablar hasta que su voz volvió a golpear mis tímpanos y estimular mi cuerpo.
  • ¿Nadamos?- dijo ofreciéndome su mano, de pie ante mí con esa sonrisa que iluminaba la playa, asentí y él tiró de mí como si fuera una pluma ligera.
Nos quitamos la ropa lentamente, como retándonos con la mirada presos del calor que comenzaba a bullir en nuestro interior.
Mi desconocido, osado como nadie, se acercó a mí y trató de besarme. Me separé poniendo una mano en su pecho musculado y noté como los dedos me ardieron.
Corrí, hacía el mar, a refugiarme en los brazos del que sí que era mi mejor amigo. Nadé como una loca intentando calmar a mi corazón enfurecido que se peleaba a gritos con mi cerebro, que siempre tan pragmático me decía que no sucumbiera ante un desconocido; y mi cuerpo que me lo estaba pidiendo a gritos.
  • Si me alcanzas te besaré- se escuchó ¿esa era mi voz?
  • Te pillaré- sentenció y nadó como alma que lleva el diablo hasta que, por fin llegó hasta el muro donde me había apoyado, jadeando, casi al borde del infarto- Necesito que me hagas el boca a boca o moriré- comentó riendo dejando ver sus dientes blancos como perlas.
  • Si es por eso vale, no quiero cargar con un muerto a mis espaldas – y sin mediar más palabras me acerqué a él y rocé levemente sus labios para separarme al instante y notar como los míos hormigueaban.
  • Está claro que socorrista no eres – bromeó y fue entonces él, ese desconocido de mirada intensamente azul quien me besó como nadie, jamás, había hecho.

Su lengua jugaba con la mía sin mesura mientras sus manos cálidas subían y bajaban por mi espalda consiguiendo que mi cuerpo quisiera fundirse con el suyo.
Perdí el control de mí misma cuando noté su lengua descender por mi cuello. Enredé las piernas en torno a su cintura.
  • ¿De verdad quieres que esto pase preciosa?- susurró a mi oído y yo sólo asentí- Bien, tus deseos son mi órdenes- noté como mi espalda era aprisionada contra el muro y sus manos desaparecieron bajo el agua.
Mi ropa interior se deslizó por mis piernas a una velocidad tan lenta que quise gritarle que se diera más prisa. Pero no quería parecer una desesperada. Se deshizo también de la suya y para cuando quise darme cuenta él ya se había introducido en mí.
Sus embestidas, lentas y tiernas al principio, me llenaban por completo tornándose en más rápidas y bruscas conforme pasaba el tiempo hasta que su cuerpo alcanzó el clímax. Su cabeza cayó sobre mi hombro y su boca juguetona succionó mi cuello haciendo que yo también alcanzara un brutal orgasmo.
Nuestros cuerpos laxos, exhaustos y embriagados de placer se sumergieron en el fondo de mar.
  • Casi nos ahogamos- le dije cuando conseguimos salir a flote y me abracé a él como si fuera un salvavidas.
  • Pero ha merecido la pena- sentenció seguro – Tengo un bungalow alquilado aquí mismo- me contó señalando el montón de casas que, a lo lejos, conformaban la zona turística- ¿Te quedas a pasar el fin de semana?- propuso.
  • Con una condición.
  • ¿Cuál?
  • ¿Cómo te llamas?- en la playa, normalmente silenciosa, se escuchó una carcajada sincera.
Julian, se llamaba y sí, acepté quedarme con él ese fin de semana. Y dos días más, y volvimos a vernos al mes siguiente y así fue como, el desconocido de ojos azules se convirtió en el amor de mi vida, el verdadero, el “para siempre” de los cuentos y las novelas románticas que adoraba leer. Y así fue también como, en sus ojos veía cada día al despertar el color y la intensidad del mar que tanto amaba.



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