Siento que estamos en una cuerda
floja sin fin y no vamos de la mano por ella.
Siento que cuando yo avanzo, tú
retrocedes y que cuando tú das un paso al frente yo estoy herida y
huyo de nuevo hacia atrás.
Siento que unas cosas
evolucionan hacia un punto cada vez más raro y otras no
avanzan. Están estancadas.
Estoy cansada para enfrentarme a una
situación que me genera tanto estrés como a ti una semana de
intenso trabajo.
Siento que todo a mi al rededor
me manda mensajes a gritos de que esta situación no es sana.
Digo
una y mil veces que se acabó. Que no puedo aguantarlo más, que
necesito salir nuestra rutina que me agota pero...no puedo hacerlo.
No te pido ser el centro de tu
universo, no se lo he pedido nunca a nadie, de hecho prerferiría no
estar bajo el foco de atención, vivir mi vida sin tener que pasar un
escrutinio pero, a pesar de eso, siempre echo un falta un poco de
interés, que preguntes qué tal estás y que escuches la respuesta,
sobre todo que escuches la respuesta.
Cada pseudo conversación que
mantenemos me hace sentir que hablo a la nada. Que mientras te cuento
las cosas que para mí son importantes en tu cabeza solo resuena:
bla, bla, bla. Las palabras caen en saco roto.
Me siento atrapada en un bucle sin
fin, la eterna pescadilla que se muerde la cola. Dando vueltas en una
rotonda que no acaba nunca y estoy tan mareada que creo que me he
vuelto adicta a ese mareo.
Adicta a una situación nociva que me
altera y rompe mi, ya de por si, delicado equilibrio emocional.
Adicta a caminar por nuestra particular cuerda floja sin alcanzarnos,
tú delante, yo detrás, tú a la derecha, yo a la izquierda.
Estoy segura, y me estoy preparando
para ello, que algún día la cuerda se partirá y supongo que
entonces sí, habrá llegado el final.
Y esto va por mi, va por ti, va por
nadie en particular.