sábado, 27 de septiembre de 2014

La cuerda floja

 Desvarios de una tarde de sábado de trabajo. Sin remitente, sin destinatario, para mí, para él, para ti, para todos. 

     Siento que estamos en una cuerda floja sin fin y no vamos de la mano por ella.

Siento que cuando yo avanzo, tú retrocedes y que cuando tú das un paso al frente yo estoy herida y huyo de nuevo hacia atrás.

Siento que unas cosas evolucionan hacia un punto cada vez más raro y otras no avanzan. Están estancadas. 

Estoy cansada para enfrentarme a una situación que me genera tanto estrés como a ti una semana de intenso trabajo.

Siento que todo a mi al rededor me manda mensajes a gritos de que esta situación no es sana.

 Digo una y mil veces que se acabó. Que no puedo aguantarlo más, que necesito salir nuestra rutina que me agota pero...no puedo hacerlo.

No te pido ser el centro de tu universo, no se lo he pedido nunca a nadie, de hecho prerferiría no estar bajo el foco de atención, vivir mi vida sin tener que pasar un escrutinio pero, a pesar de eso, siempre echo un falta un poco de interés, que preguntes qué tal estás y que escuches la respuesta, sobre todo que escuches la respuesta.

Cada pseudo conversación que mantenemos me hace sentir que hablo a la nada. Que mientras te cuento las cosas que para mí son importantes en tu cabeza solo resuena: bla, bla, bla. Las palabras caen en saco roto.

Me siento atrapada en un bucle sin fin, la eterna pescadilla que se muerde la cola. Dando vueltas en una rotonda que no acaba nunca y estoy tan mareada que creo que me he vuelto adicta a ese mareo.

Adicta a una situación nociva que me altera y rompe mi, ya de por si, delicado equilibrio emocional. Adicta a caminar por nuestra particular cuerda floja sin alcanzarnos, tú delante, yo detrás, tú a la derecha, yo a la izquierda.

Estoy segura, y me estoy preparando para ello, que algún día la cuerda se partirá y supongo que entonces sí, habrá llegado el final.


Y esto va por mi, va por ti, va por nadie en particular.  

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