Lisa trae de la mano en esta ocasión a dos nuevas amigas. Nuevas para sus lectores porque en realidad, Jill y Tiff son sus amigas más viejas, no de edad, si no por el tiempo que hace que llevan en su vida. Son sus amigas, de toda la vida.
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Siempre había
oído decir eso de “la venganza es un plato que se sirve frío”
pero nunca había podido comprobar, por mí misma, lo bien que se
siente una cuando tiene la posibilidad de comprobarlo en sus propias
carnes.
Tengo treinta años
y por lo tanto a lo largo de mi vida hay muchas personas que han
pasado y me han hecho daño, amigos, novios, amantes, profesores
capullos, actores que abandonaron mis series favoritas, futbolistas
que se cambiaban de equipo sin importarles el sentimiento ni los
colores, pero sin duda nadie me había hecho nunca tanto daño como
Clark...
En honor a la
verdad he de reconocer que ese no era su verdadero nombre, solo uno
que mis amigas y yo le pusimos para poder hablar de él sin que lo
supiera y que hoy he decidido rescatar del baúl de los recuerdos
porque, aunque he disfrutado muchísimo de la venganza, tampoco me
gusta hacer leña del árbol caído.
Todo empezó hace
muchos, muchos años. Tantos que tengo que pararme a hacer la resta.
Descontar mentalmente...mejor con los dedos...casi mejor la
calculadora...14 años sí. Ésta bien podría haber sido una
historia de esas bonitas de las series de Disney Channel donde una
chica perfecta se enamora de un chico perfecto, cantan por los
pasillos del instituto, con dos amigas y un par de amigos, pero no,
no es de esas. En este caso, la chica no era perfecta y él era
demasiado superficial.
Clark y yo nos
hicimos amigos casi inseparables cuando cursábamos la secundaria, el
bachillerato fue inolvidable. Pero yo era una niña ingenua, insegura
y más bien poco agraciada y a él le gustaban las chicas rubias, de
ojos azules y cuerpos de impresión. Nunca fui más que su amiga,y
eso me destrozaba cada día.
Sin saberlo él
mismo alimentaba mi tonta fantasía, siendo cada día más amable y
más simpático al mismo tiempo que me rompía el corazón cada vez
que me contaba que le gustaba tal o cual fulana...(quizás eran todas
santas pero ante mis ojos eran todas unas fulanas).
Mis amigas eran
siempre mi paño de lágrimas en aquella época. Los adolescentes ya
de por sí tienen una extraña tendencia a estar siempre deprimidos y
yo no era una excepción, mi vida me parecía una mierda, y ellas
siempre estaban al pie del cañón: Tiff y Jill eran, y siguen
siendo, dos de mis pilares básicos, a veces no sé cómo lo hacemos,
pero lo hacemos. Aún hoy cuando la vida nos ha llevado por
diferentes derroteros, siempre conseguimos hacer que funcione.
“Porque es real” Me dicen. Y sé que tienen razón.
Me centro. Tiff y
Jill vivieron conmigo toda las etapas de mi no relación con Clark,
cuando fuimos grandes amigos y cuando nos distanciamos por la ley
natural de la vida. Y por eso, cuando un día las llamé para vernos
y les conté, que, 14 años después, había conseguido, sin
proponermelo, vengarme de él por haberle roto el corazón a la
pequeña e indefensa Lisa, no se lo podían creer. Como hace un rato
que perdí el hilo de la narración, voy a empezar de nuevo...
Todo comenzó en
una nueva noche de verano cuando, como cada año, Sam, Liz y yo,
salíamos juntas para inaugurar la temporada estival.
Sam llevaba una
temporada muy tranquila. La llegada de Kevin a su vida había
supuesto justo el cambio que ella necesitaba, él le había aportado
la combinación perfecta entre estabilidad y libertad que ella
necesitaba en su vida. Le daba cariño, la apoyaba cuando más lo
necesitaba. La verdad es que era un sol que nos tenía el corazón
ganado a todas y no solo por cómo trataba a nuestra amiga, si no por
como era con todas nosotras. Nos aguantaba estoicamente metidas en
su casa hasta las tantas los fines de semana bebiendo, riendo y
criticando a los de su género, además claro, cocinaba para
nosotras. Kevin era el novio que toda chica quiere para su mejor
amiga.
A pesar de la
estabilidad “conyugal”, Sam no faltó a nuestra tradicional cita
veraniega. Enfundada en unos vaqueros súper ceñidos que le hacían
un tipo de infarto con unos tacones de vértigo, que no necesitaba, y
un top que dejaba toda su espalda al descubierto, y el pelo suelto,
mi amiga llamaba la atención de todos los hombres en la discoteca, a
los que, rechazaba con su natural forma de hacerse la interesante,
después de un baile de sí pero no que estoy loca por mi churri.
Liz había estado
saliendo con Adam durante una temporada bastante larga, pero el
corazón de mi amiga se había vuelto bastante inquieto y el joven
con cara de perro y corazón de peluche y su hijo eran demasiado
tranquilos para ella. Después de su ruptura, y una recuperación
extraordinariamente rápida desde mi punto de vista, había tenido un
par de ligues y amantes ocasionales, chicos que conocía de la
librería, y alguno que otro que no quiso contarnos de dónde había
conocido, mi teoría era que de Internet, y que lo negaba porque
siempre renegaba de esas cosas y Sam decía que se había escrito en
una agencia matrimonial y le daba vergüenza reconocerlo, es algo que
se llevará a la tumba...supongo. Se había vestido para la ocasión
con una mini falda que dejaba poco a la imaginación y una blusa con
un escote más que generoso y unos tacones enormes también ¿pero
qué les pasaba esta noche con los zapatos? Así que esta noche
éramos dos de caza.
Bueno...realmente
no. Yo no estaba por la labor. Después de mi ruptura con Nathan no
me habían quedado muchas ganas de volver a la caza. Él iba y venía
y siempre que pasaba por aquí nos veíamos. Y había quedado un par
de veces para tomar algo y charlar con algunos amigos, para ir al
cine con un chico al que conocí en un coloquio sobre periodismo,
pero nada interesante. Nada hasta esta noche.
Después de haberme
pasado tres días delante del ordenador intentando escribir algo
decente que entregarle a mi jefe, según Sam si no volvía a estar en
la honda amorosa no volverían mis escapadas y traidoras musas, mis
cansados ojos divisaron en la barra una cara que me llamó
poderosamente la atención.
Puede que hubieran
pasado muchos años desde la última vez que le vi pero nunca jamás
olvidaría aquellos ojos negros que me habían enamorado cuando tenía
16 años...nunca.
Noté como un
calambrazo me recorría la espalda de arriba abajo y como se tensaba
todo mi cuerpo. Me quedé rígida como una tabla de madera. La
respiración se me agitó y comenzaron a sudarme las manos.
¿Nena qué
pasa?- preguntó Liz mirándome asombrada, intuyo que, a pesar del
quilo y medio de maquillaje que Sam me había puesto debía estar
pálida.
Es...es...- no
conseguía que su nombre saliera de mis labios- Es él- !estupendo!
¿qué tenía? ¿16 años otra vez? Y estaba en esa fase de mi
enamoramiento en la que no podía decir su nombre.
¿Él quién
Lisa? ¿David? !No me jodas si nunca sale de fiesta!- increpó Sam.
!Querrás
decir que no sale con ella...!- corrigió Liz.
!No! David
no...- ¿Quién le ha dado a David vela en este entierro?, pensé
nerviosa...- !CLARK!- les grité, pero ellas no tenían ni
idea...Clark era de mi época anterior a Sam y Liz, sobre Clark,
solo Jill y Tiff sabían...ni corta ni perezosa saqué el móvil
del bolso ante la atónita mirada de mis amigas y mandé un
WhatsApp “Acabo de encontrarme a Clark en una discoteca,
siento que no puedo ni moverme, me siento trasportada a aquella
época como en una de esas pelis de sábado por la tarde, atrapada
en el pasado, odio que aún me ponga en este estado”. -
Ellas lo entenderán- dije.
Y nosotras si nos explicaras quién es...
Mi primer amor, mi primer fracaso a decir verdad, el que me rompió
el corazón...
¿Tú primer amor no era David? - quiso saber Sam.
No Sam...hay vida en mi vida antes de David...y después y
durante...y !!deja a David vale!!- le reñí- Es lo que menos
necesito ahora.
¿Y qué vas a hacer?- quiso saber Liz.
¿Cómo qué que va a hacer? Va a calentarle y después dejarle
tirado...si te rompió el corazón Lisa, y llevas tanto tiempo con
eso dentro, ha llegado la hora de vengarse- Sam me miró de arriba
abajo y sonrió, la verdad es que esa noche iba monísima.
Me
había puesto un vestido corto de verano, negro, ajustado, tanto que
parecía una segunda piel, con escote palabra de honor y el pelo
recogido en un moño alto, elegante, con pendiente largos y un bonito
collar rígido en color azul que me había regalado Tiff para mi
cumpleaños y sandalias negras.
Estás guapísima pero ponte esto- me dijo quitándose sus tacones
de vértigo.
Ni lo sueñes, ¿qué quieres? ¿qué me mate? Hace siglos que no
me subo a unos tacones, además a no ser que haya pegado un estirón
lo recuerdo bajito.
!Mejor! Se trata de humillarle...¿porqué te rompió el corazón?-
preguntó imaginando la respuesta.
Yo era fea supongo...
!Lo suponía!- agregó Liz.
Gracias amiga.
!No mujer! Es porque a esas edades son todos así....seguro que en
verdad eras mona...
No...no lo era pero bueno...- les conté un poco por encima
mientras Sam me ayudaba con sus zapatos y Liz a tomarme la copa que
me habían pedido para que me envalentonara.
Suerte...
Miré
el móvil y tenía mensajes de Jill y Tiff: “Diviértete
y no dejes que te controle”, decía
la primera, siempre mi conciencia. “Pasa de él, no te
merece” Contestaba Tiff
siempre tan buena. !Las adoraba! “Nos vemos mañana en
casa de Jill y les cuento, creo que voy a hacer una locura, pero lo
necesito, las quiero” Y sin
más me acerqué a él.
Como
realmente sería darle a la noche más importancia de la que tuvo,
solo contaré que el “calentarle un poco” para después dejarle
tirado acabó con Clark y yo empotrados contra la pared del baño de
la discoteca haciendo algo más que calentarnos.
Mi
ego sufrió un subidón que no pude controlar cuando me di cuenta que
tenía que levantar la cabeza para mirarme, cuando me tuvo que pedir
que nos sentáramos en los sillones de la discoteca para poder
besarme. Realmente era bajito...no sé si por los tacones de Sam o
porque entre los 16 y los 30 yo había pegado otro estirón del que
no había tenido constancia pero Clark, me quedaba pequeño.
La
situación se me fue de las manos cuando la adrenalina se me juntó
con el alcohol. Cuando esos ojos negros con los que soñé durante
años casi se salieron de sus órbitas al verme, y no reconocerme.
Después
de los primeros besos en los sofás, los magreos, me susurró al oído
en que no podía más y escuché en mi interior la voz de la Lisa de
16 años que me gritaba: “hazlo por mi” mientras que en mi
cabeza, la Lisa de 30 me decía “ni se te ocurra, loca”...la
eterna lucha entre cabeza y corazón otra vez, Booth y Brennan de
nuevo pero !qué narices! !si hasta ellos habían acabado liados!
Así
que pasé de mi “yo de 30” y me convertí en mi “yo de 16” y
por un rato, volví a estar enamorada de esa rata a la que le
gustaban las chicas guapas del instituto a, las que no podía
aspirar, en vez de la feucha que se sentaba a su lado cada día y le
canturreaba canciones al oído con la esperanza de que captara el
mensaje.
Y
pasó....pasó contra la pared en el baño de una discoteca como si
realmente fuéramos un par de adolescentes que no tuviéramos un
lugar dónde hacerlo pero me dio igual. Cuando salimos de allí me
invitó a ir a su casa y acepté, solo que, al llegar a la calle
decidí poner fin a la farsa. No iba a estar jugando a ser una niña
durante más tiempo. Me paré, solté su mano, le miré a los ojos y
le dije.
¿De verdad no sabes quién soy o estás haciéndote el loco?
¿Debería? ¿No acabamos de conocernos hace unas horas ahí dentro
preciosa?- estupendo pensé, los años le habían vuelto imbécil,
él, que aspiraba a algo grande en la vida.
!Qué pena...no debía dejarte copiar los deberes, a lo mejor así
habrías llegado a ser más inteligente y tener mejor memoria...- y
entonces sus ojos, que por cierto seguían siendo preciosos, se
abrieron de par en par, él solo copiaba los deberes de mí, no se
fiaba de nadie más decía.
¿Lisa?- preguntó y noté cómo le temblaba la voz.
Yo misma...¿qué, sorprendido? Parece que el patito feo se
convirtió en cisne...
!!Y qué lo digas!!- exclamó frotándose las manos- !!Estás
buenísima!!, bueno y ahora...¿sigue en pie lo de mi casa?
No...no sigue...
¿Porqué? Incluso he pensando que podríamos vernos más
seguido...salir, charlar, eso es lo que siempre has querido ¿no?
Pues mira...tanto esperar- lo que yo decía, tanto dejarle copiar y
se había vuelto imbécil, me reí a carcajadas en su cara.
¿Esperar? ¿Qué crees que he estado esperando por ti los últimos
catorce años casta y pura? ¿Te crees que eres el primer idiota al
que seduzco y me tiro en el baño de una discoteca?- pregunté...¿y
esa forma de hablar? Sin querer miré mis molidos pies, seguro que
los zapatos de Sam tenían un hechizo- Pobre tonto...si ya lo decía
el profe de mates aquella época...que no se podía esperar mucho
de ti.
!Oye que tú tampoco eras buena en mates!- me encaró con poca
gracia.
Pero lo era en todo lo demás pequeñajo, por eso me copiabas y
¿sabes qué? Qué tú eras mi única asignatura pendiente de esa
época y acabo de aprobarla así que...bye bye pasado- y sin más
me di la vuelta muy digna, o todo lo digna que pude con esos
zapatos asesinos que llevaba y me fui.
Antes
de irme a la cama mandé un par de mensajes a todas las chicas:
misión cumplida, ya os cuento.
Lo normal tras una
noche así habría sido quedar con Liz y Sam para intercambiar
batallitas pero en esta ocasión no. En esta ocasión recogí a Tiff
y nos fuimos las dos a casa de Jill.
Chicas llegáis
justo a tiempo, Jason acaba de salir con la niña de paseo- nos
dijo después de los saludos.
¿En serio?
¿Me estás queriendo decir que no voy a ver a mi sobrina?- le
pregunté con la voz chillona fingiendo un enfado que no sentía-
Esto es para ella- dije tendiéndole una bolsa de juguetería y
tras de mí Tiff hizo lo mismo.
¿Más
juguetes? !Me la malcriáis!
!Para eso
somos sus tías! - le contestó Tiffani- ¿Van a tardar en volver
del paseo?- la pequeña de Jill nos tenía locas a las dos.
Un rato...Lisa
dijo que nos tenía que contar una historia muy fuerte y no es
plan...que es muy pequeña...pero cuando acabe el cotilleo le doy
un toque a Jason y que venga y ahora desembucha que luego te
dispersas, ya tengo el café.
!Qué bonitas
las cortinas nuevas!- exclamé siempre me había dado vergüenza
hablar de según que cosas, aunque fuera con mis amigas de toda la
vida.
Si sí- dijo
Tiff, mordisqueando una galleta- preciosas, pero al grano Lisa que
no tenga que leer lo que pasó después en tu columna...dispara.
Está
bien...me tiré a Clark- dije con una sonrisa mirando mis pies
sí...me había vuelto a poner los zapatos mágicos de Sam.
Hablé y les conté
todo lo que pasó, cómo me había quitado la espina clavada y sentía
que había superado mi asignatura pendiente. Ellas se lo tomaron
primero con cierta preocupación por mi, temían que esto me hiciera
caer en una especie de enganche raro, algo así como un Síndrome de
Estocolmo que me mantuviera atada al recuerdo del adolescente al que
amé idealizado unido al hombre con el que estuve.
Pero les dije que
perdieran el miedo, que el hombre con el que estuve no llegaba a la
suela de los zapatos a otros hombres con los que había estado. Y
entonces se rieron.
Seguimos
cotilleando toda la tarde, nos reímos, recordamos anécdotas, nos
pusimos al día, nos reñimos por no hacer esto más a menudos, llegó
Jason con la peque y la mimamos un rato, cuando volví a casa recibí
un mensaje.
Después de un fin
de semana en el que había estado con todas mis mejores amigas, en
el que había cerrado de una patada, subida en unos altos tacones, la
puerta de mi pasado y en el que me había divertido mucho, Nathan
estaba de visita y quería verme. ¿Qué más se podía pedir parar
empezar una semana con una enorme sonrisa?
Lisa, junio 2014
PD: Como siempre me gusta aclarar, las columnas de Lisa y sus amigas tienen un poco de todos, fantasía, realidad, vivencias propias, personajes que invento por entero, otros que invento basados en gente que conozco...siempre me gusta decir que espero que nadie se sienta ofendido y que si alguien se da por aludido sea para bien.
En este caso concreto yo diría que el porcentaje queda 97% fantasía 3% realidad, así que si alguien se da por aludido es producto de SU imaginación, no de la mía.